Por: Ramón E. Azócar A.*
Debo confesar que acercarme al texto póstumo, luego de veinticinco años de ausencia física, del escritor argentino Julio Cortazar, titulado “Papeles inesperados”, ha significado para mí una inmensa nostalgia. Leer los “no acabados” papeles que el autor de “Rayuela” dejara en su mesita de noche, hace que uno idealice imágenes, escenarios, momentos, en los que el autor tomó su pluma y dejó fluir, por instantes, su talento.
La responsable de este texto es Aurora Bernández, compañera de Cortazar desde 1953, y el filólogo Carles Álvares Garriga, estudioso del autor. Los “Papeles inesperados” lo componen tres secciones bajo las cuales se agruparon un puñado de escritos que van desde prosa, entrevistas y poemas, en 486 páginas de borradores de lo que fue una forma de ver la vida y de entenderse vivo.
En tal sentido aparece una obra novedosa, rica en imágenes y significado; pura, en lo concerniente a que retrata el pulso y temperamento escritural de Cortazar, sin grietas ni superposiciones: es un texto auténtico. Pero a su vez es una obra que aflige, en razón de constituir borradores descartados, en algunos casos, y lo confrontan a uno con el respeto a la ética del artista. ¿Hubiese deseado Cortazar ver publicados algunos escritos aparecidos en esta obra? Pienso que es un asunto que queda en el ambiente y que algunos expresaran que son útiles para estudiar a Cortazar, pero otros verán como un acto de usurpación a los deseos del propio autor. Un poco más allá, hay quienes expresan que si él no hubiese tenido el interés por darlos a conocer los hubiera destruido en vida; pienso que quizás, para el caso de algunos borradores, él no tuvo el tiempo ni la fuerza física para hacerlo.
Sin embargo, no quita lo importante y lo útil de algunos escritos, sobre todo los que tienen que ver con entrevistas imaginarias y algunos poemas; hay una revelación de un Cortazar más impregnado de naturaleza y sensibilidad hacia las cosas cotidianas, lo cual habla de una nueva búsqueda del autor en las diversas manifestaciones del colectivo y las incidencias de estas sobre el temperamento de las acciones humanas. Para dar una muestra, basta su poema “La Ciudad”, que dice: El río baja por las costas/con su alternada indiferencia/y la ciudad lo considera/como una perra perezosa//Ni amor, ni espera, ni el combate/del nadador contra la nada./Con languidez de cortesana/mira a su río Buenos Aires.//El tiempo es ese gris compadre/pintando allí sin hacer nada”.
Los “Papeles Inesperados” no los veo como un acto de oportunismo ni suerte mercantilista; son, a mi entender, la conclusión de varias situaciones que dieron con el hallazgo de cosas que el autor fue desechando pero que tenían un valor para él; de ese modo su aparición y su renacimiento se debe a la necesidad de continuar profundizando el pensamiento de Cortazar en miras al nuevo siglo XXI. Algunos estudiosos de su obra hablan de un Cortazar que no es de este tiempo sino de los tiempos que vendrán, y es allí donde con claridad suprema valoramos esta obra y le damos su sentido estético justo: ser expresión del temperamento escritural de un autor.
Para los países latinoamericanos la editorial Alfaguara ha puesto en las librerías esta monumental obra, la cual no puede ser confrontada sin antes leer buena parte de la obra de Cortazar. Sólo leyendo a Cortazar, podemos comprender los escenarios dibujados y esbozados en estos “Papeles Inesperados”.
A todas estas, para quienes aún son desconocedores de la obra de Cortazar, me permito indicar algunas ideas que les sirvan de guía en su acercamiento a este autor. En su obra el lector encontrará un escritor que se las arregla para contar cada historia de manera tal que no haya posibilidad de saber si lo que ocurre en ella realmente acontece o es una alucinación de un personaje; para acercarse a Cortazar hay que partir de dos grandes textos primero: Rayuela (1963) y Los Premios (1965); novelas que representan hitos de la literatura hispanoamericana. De allí hay que buscar sus cuentos, en cuya arquitectura escritural no sólo están historias, sino parte de mundo que Cortazar miraba a través de su vigilia: La otra orilla (1945), sobre todo el cuento De la simetría interplanetaria; Los Reyes (1949) ; Bestiario (1951); Final de Juego (1956) , sobre todo Continuidad de los parques y No se culpe a nadie; Las Armas Secretas (1959) , Historias de Cronopios y de Famas (1962), en donde están Manual de Instrucciones , Instrucciones para subir una escalera Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, Ocupaciones Raras, Conducta en; Todos los fuegos el fuego (1966); La vuelta al día en ochenta mundos (1967) ; 62.Modelo para armar (1968); Último round (1969); Libro de Manuel (1973); Octaedro (1974); Alguien anda por ahí (1977); Territorios (1978); Un tal Lucas (1979), sobre todo Cómo se pasa al lado y Lucas, sus pudores ; Queremos tanto a Glenda (1980) ; Deshoras (1982) ; Nicaragua tan violentamente dulce (1983); Los autonautas de la cosmopista (1983, escrito con Carol Dunlop); y de forma póstuma: Divertimento (1986); El Examen (1986); Diario de Andrés Fava (1995) y Adiós Robinson (1995).
Sea pues esta nota un estimulo a los lectores a releer o empezar a leer a Cortazar, un intelectual que marcó el siglo XX y que escribió para más allá de la existencia humana.
*.-ramonazocar@yahoo.com