domingo, 2 de agosto de 2009
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Enfoques Metodológicos en las Ciencias Sociales
Por: Miguel Martínez Miguélez
miguelm@usb.ve
Trabajo presentado en el "Seminario sobre Enfoques Metodológicos en las Ciencias Sociales". Universidad Simón Bolívar, 26-27 de Enero de 1995.
FUENTE: http://www.avizora.com/publicaciones/monosavizora/especial_avizora_enfoques_metodo1.htm
R E S U M E N
En casi todas las ramas y áreas de la Psicología está aumentando una confusión y desconcierto en cuanto a las aspiraciones y pretensiones de validez de sus procedimientos y estrategias metodológicos y, por consiguiente, de sus conclusiones. Sin embargo, el lector normal no percibe una lógica demostrativa que lo lleve desde los supuestos aceptados por el investigador hasta sus conclusiones finales. El presente artículo trata de ilustrar los niveles y opciones, casi siempre implícitos, adoptados por el investigador, que generan una brecha en el arco demostrativo. Se tratan, básicamente, la opción epistemológica (que define la naturaleza del conocimiento: modelo especular y modelo dialéctico) y la opción ontológica (que determina el concepto general de la realidad a estudiar: agregados y sistemas). En la parte final, se ponen de relieve las ideas centrales que caracterizan al enfoque cualitativo de investigación que, por su mayor novedad, no siempre es bien entendido y aplicado en sus técnicas y procedimientos.
El enfoque con que vemos una realidad depende de nuestro punto de vista, y éste depende de nuestro punto de ubicación. Así, el enfoque con que vemos, por ejemplo, la estatua ecuestre que está en el centro de la plaza dependerá de nuestra ubicación en la misma, ya que es una lógica consecuencia de ella. Por ello, para explicar, justificar y demostrar la validez de nuestro enfoque, tenemos que explicar, justificar y demostrar la validez de nuestra ubicación, es decir, cómo y por qué llegamos ahí y, sobre todo, por qué seguimos ahí.
Los enfoques metodológicos que se emplean actualmente en las Ciencias Humanas son diferentes entre sí porque, ordinariamente, implican una ubicación con dos opciones previas, que muy raramente se hacen explícitas y menos aún se analizan o se tienen en cuenta las consecuencias que de este análisis pudieran derivarse. Estas opciones previas son la opción epistemológica y la opción ontológica.
Si dos científicos sociales concuerdan en la elección de estas dos opciones, fácilmente concordarán también en las metodologías que aplicarán, es decir, en sus técnicas, procedimientos, estrategias e instrumentos metodológicos.
Esta idea básica orientará el contenido de esta exposición, la cual, por lo mismo, se centrará en la ilustración de los puntos de divergencia y de las razones que avalan a cada uno de ellos.
Todo investigador se fija como objetivo alcanzar unos conocimientos seguros y confiables para resolver los problemas que la vida le plantea. Pero, en los medios académicos, se aspira también a que estos conocimientos sean ciencia, es decir, que se puedan demostrar.
La demostración ha constituido, desde Aristóteles en adelante, el atributo fundamental, sine qua non, de la ciencia.
Pero la demostración, para ser tal, debe ser completa, o no es demostración. Es decir, debe abarcar todo el arco del proceso mental por medio del cual se llega a un determinado resultado. Como la seguridad de una cadena depende de la solidez de cada uno de sus eslabones, y le basta uno débil para romperse, así el valor de una demostración depende de la firme concatenación de todo el arco demostrativo.
Los dos eslabones de la cadena que más frecuentemente se soslayan están constituidos por la opción epistemológica, que define lo que entendemos por "conocimiento", y la opción ontológica, que determina el concepto general de la "realidad" a investigar. La primera opción está más relacionada con el sujeto y la segunda con el objeto. Estas dos opciones, en la práctica de muchos investigadores, frecuentemente quedan implícitas, o se asumen y dan por supuestas en forma más o menos acrítica; y se procede así porque no se tienen en cuenta la evolución y progreso que otras disciplinas han realizado, especialmente a lo largo de este siglo, y que inciden en forma determinante en su conceptualización.
Examinemos más de cerca cada una de estas dos opciones, los niveles en que se ubican y las consecuencias que de estas elecciones se derivan.
Nivel Epistemológico.
Es sumamente importante aclarar, ante todo, el contenido de este concepto. El término "epi-steme", usado por Aristóteles para señalar el conocimiento científico, significa precisamente "sobre-seguro", sobre algo firme, estable (epi, prefijo griego, significa "sobre" como en epi-centro, epi-tafio, y stem es una raíz del viejo sánscrito –madre de muchas lenguas europeas–, que significaba "roca", "piedra", como todavía lo es en inglés "stone", en alemán "stein" y en sueco "sten"; centenares de palabras nuestras latinas vienen de la misma raíz, como estabilidad, estar, estatua, estado, estatuto, estilo (originariamente, columna de piedra), etc. De modo que epistemología es el estudio de un saber firme, sólido, seguro, confiable, "sobre-roca".
La riqueza del pensamiento filosófico relacionado con nuestros procesos del conocer es sumamente amplia. No vamos a entrar aquí en su análisis y fundamentación. Baste decir que, tratando de identificar el criterio relevante que constituye la diferencia epistemológica de cada una de estas "teorías de la verdad", podríamos centrar su pensamiento alrededor de los siguientes conceptos: correspondencia o adecuación entre la mente y la realidad (forma clásica aristotélica), evidencia y certeza interior del sujeto sobre algo (posición de Descartes), coherencia en el sentido (como explica la filosofia de Hegel), utilidad o pragmática de los resultados (autores americanos como James, Dewey, Rorty), teoría semántica de la correspondencia en el sentido de Tarski, formas constructivistas de la teoría del consenso de Habermas y formas dialécticas o interaccionistas (sujeto-objeto) de muchos autores modernos, como Hanson, Toulmin, Polanyi, Feyerabend, Lakatos, Morin, el último Popper, y los mismos físicos Heisenberg y Niels Bohr, entre otros.
Nos referiremos brevemente a la primera y a la última de estas orientaciones epistemológicas (la de correspondencia y la dialéctica), pues son éstas las que, en la práctica, tienen más vida en los ámbitos académicos y las que signan las vías alternas metodológicas a emplear.
Modelo Especular.
La primera orientación es la que ha venido a llamarse "modelo especular" del conocimiento. Su idea central expresa que fuera de nosotros existe una realidad totalmente hecha, acabada y plenamente externa y objetiva, y que nuestro aparato cognoscitivo es como un espejo que la refleja dentro de sí, o como una pasiva cámara oscura o fotográfica (analogía de Locke: Ensayo sobre el Intelecto Humano, 1690, vol.I, final del cap. XI) que copia pequeñas imágenes de esa realidad exterior, al estilo, por ejemplo, del ojo, que formaría una pequeña imagen del objeto exterior en la retina y el nervio óptico se encargaría de transmitirla al cerebro. De esta forma, ser objetivo es copiar bien esa realidad sin deformarla, y la verdad consistiría en la fidelidad o correspondencia de nuestra imagen interior con la realidad que representa.
Este modelo es el que ha sido adoptado por los autores de orientación positivista. Para lograr plena objetividad, absoluta certeza y una verdad incuestionable, los positivistas de los últimos tres siglos (Locke, Hume, J.S.Mill, Comte, Mach y otros) se apoyaron en el análisis de la sensación como en piedra segura (epi-steme), tratando de establecer un origen sensorial para todos nuestros conocimientos. De esta manera, y siendo muy lógicos, consideraban que sólo las sensaciones o experiencias sensibles eran un fenómeno adecuado para la investigación científica; sólo lo verificable empíricamente sería aceptado en el cuerpo de la ciencia; la única y verdadera relación verificable sería la de causa y efecto; la explicación de las realidades complejas se haría identificando sus componentes: partículas, genes, reflejos, impulsos, etc., según el caso; los términos fundamentales de la ciencia debían representar entidades concretas, tangibles, mensurables, verificables, de lo contrario, serían desechados como palabras sin sentido; los modelos matemáticos, basados en datos bien medidos, serían los ideales para concebir y estructurar teorías científicas.
El modelo especular ha sido aplicado prevalentemente y en forma muy exitosa en la ciencia y tecnología de los cuerpos intermedios. A él se debe el avance tecnológico de los últimos siglos. Se ha demostrado, en cambio, inadecuado para el estudio del mundo submicroscópico (estudio del átomo) y macroscópico (estudio astronómico).
Conviene llamar la atención sobre el hecho de que el modelo especular se apoya, fundamentalmente, y asume como cierto el supuesto de que nuestro aparato cognoscitivo es básicamente pasivo, como insinúa la metáfora de la cámara oscura o fotográfica, o la aparente mecánica de la visión ocular.
Modelo Dialéctico.
La supuesta pasividad del sujeto conocedor nunca fue compartida, a lo largo de la historia, por los autores que estudiaron los procesos cognitivos. El mismo Aristóteles, que dio origen al modelo especular, distinguió siempre entre un intelecto "paciente" y un intelecto "agente", al cual asignaba una actividad que nunca tuvieron en cuenta los empiristas y positivistas. Es más, Aristóteles dijo que "lo que está dado a los ojos es la intención del alma".
Con la llegada de Copérnico, toda la cultura occidental entendió que el movimiento que todos observaban en el sol (que salía, subía, se movía, bajaba y se ocultaba) no estaba en el sol, sino en el observador, es decir, que esa realidad empírica y sensorial era sólo aparente. Y Galileo habla de la dificultad y casi imposibilidad que constituía para ellos el negar una realidad sensorial, empírica y "evidente" para todos, basándose en la sola fuerza de la razón lógica (Diálogo de los dos Sistemas Máximos).
Posteriormente, Kant –según él mismo escribe en el Prefacio a la segunda edición de su obra máxima Crítica de la Razón Pura (1787)– trata de hacer una revolución copernicana en todo el proceso cognitivo. Para Kant, la mente humana es un participante activo y formativo de lo que ella conoce. La mente "construye su objeto" informando la materia amorfa por medio de formas subjetivas o categorías y como si le inyectara sus propias leyes.
Estas ideas sobre la actividad del sujeto conocedor se van generalizando, sobre todo, hacia fines del siglo pasado, por obra de autores como Brentano, Dilthey, Husserl, Ehrenfels, Max Weber y William James, entre otros. En el campo de la psicología, Freud establece la influencia de la actividad del sujeto al hablar del mecanismo de proyección. Por su parte, los gestaltistas, con el estudio del fenómeno fi, aclaran la naturaleza del movimiento aparente, base, posteriormente, del cine. Y los grandes físicos de este siglo fundamentan la revolución de la física sobre la base de que la relación sujeto-objeto (en este caso observador-átomo) cambia la naturaleza no sólo percibida sino real del átomo. La teoría de la relatividad, por otra parte, supera las teorías newtonianas vigentes desde hacía tres siglos, y hace ver que los fenómenos dependen y son relativos al observador.
El enfoque dialéctico entre el sujeto conocedor y el objeto conocido es avalado hoy día de una manera contundente por los estudios de la Neurociencia que señalan, como escriben Popper y Eccles (ambos Premios Nobel en su campo) en su famosa obra El yo y su cerebro (l980), que "...antes de que pueda darme cuenta de lo que es un dato de los sentidos para mí (antes incluso de que me sea "dado"), hay un centenar de pasos de toma y dame que son el resultado del reto lanzado a nuestros sentidos y a nuestro cerebro... Toda experiencia está ya interpretada por el sistema nervioso cien –o mil– veces antes de que se haga experiencia consciente" (págs. 483-4). En efecto, si el nervio óptico simplemente transmitiera al cerebro la imagen que está en la retina, al estilo de un FAX, le bastaría un canal unidireccional, como le basta al FAX una línea telefónica. Pero el nervio óptico tiene más de un millón de canales que funcionan en una u otra dirección. Y en la naturaleza no encontramos órganos inútiles.
¿Por qué, entonces, –y ésta es la gran pregunta– tenemos la impresión de captar las cosas y la realidad en general como están ahí fuera y no interpretadas por nosotros en base a nuestra experiencia, valores, actitudes, intereses y creencias? ¿Por qué tendemos a caer en lo que Bertrand Russell llama "el realismo ingenuo"?
La respuesta que da la Neurociencia a esta pregunta es que la velocidad de interpretación es tan elevadamente alta (de uno a diez millones de bits por segundo en el cerebro completo, lo que equivale a más de 300 páginas de un libro normal), que no podemos tener la más mínima conciencia de la mayoría de los procesos y mecanismos involucrados en el acto perceptivo o cognitivo.
De esta manera, es fácil comprender cómo Nietzsche, ya a fines del siglo pasado, dijo que "no había hechos sino interpretaciones" y, refiriéndose irónicamente a los que no aceptaban la actividad determinante del sujeto conocedor, añadió que era "porque creían en el dogma de la inmaculada percepción".
Conviene enfatizar que la aceptación del modelo dialéctico implica un cambio radical en el enfoque metodológico, especialmente si se trata del estudio de las ciencias humanas.
Nivel Ontológico
Cuando una realidad no es un agregado o yuxtaposición de elementos, sino que sus "partes constituyentes" forman una totalidad organizada con fuerte interacción entre sí, es decir, cuando constituyen un "sistema", su estudio y comprensión requiere la captación de esa estructura dinámica interna que lo define y caracteriza.
El mundo de los sistemas, especialmente de los no-lineales, puede ser impredecible, violento y dramático; un pequeño cambio en un parámetro puede hacer variar su dinámica poco a poco y, de golpe, variar a un tipo totalmente nuevo.
El principio de exclusión de Pauli establece que las "leyes-sistema" no son derivables de las leyes que rigen a sus componentes. Las propiedades, por ejemplo, de una molécula de agua (H2O), en cuanto un todo, se gobiernan por leyes no relacionadas con aquellas que rigen a sus "partes" separadas: hidrógeno, oxígeno; el "todo" es explicado por conceptos característicos de niveles superiores de organización y tiene propiedades emergentes totalmente diferentes.
Ahora bien, nuestro universo está constituido básicamente por sistemas no-lineales en todos sus niveles: físico, químico, biológico, psicológico y sociocultural. "Si observamos nuestro entorno vemos que estamos inmersos en un mundo de sistemas. Al considerar un árbol, un libro, un área urbana, cualquier aparato, una comunidad social, nuestro lenguaje, un animal, el firmamento, en todos ellos encontramos un rasgo común: se trata de entidades complejas, formadas por partes en interacción mutua, cuya identidad resulta de una adecuada armonía entre sus constituyentes, y dotadas de una sustantividad propia que transciende a la de esas partes; se trata, en suma, de lo que, de una manera genérica, denominamos sistemas" (Aracil, 1986, p. 13). Bertalanffy señala que desde el átomo hasta la galaxia nuestro mundo está constituido por sistemas y, por consiguiente, necesitamos usar una ontología de sistemas (1981, pp. 46-47).
Si el valor de cada elemento de una estructura dinámica o sistema está íntimamente relacionado con los demás, si todo es función de todo, y si cada elemento es necesario para definir a los otros, no podrá ser visto ni entendido "en sí", en forma aislada o descontextualizada, sino a través de la posición y de la función o papel que desempeña en la estructura. Más aún se evidenciará esta situación cuando estos procesos se entrelazan, interactúan y forman un todo coherente y lógico, como sucede con los valores, actitudes, intereses y creencias de una persona, una familia, un grupo social o una cultura específica. Todo esto exige un enfoque holista e interdisciplinario de la realidad.
De aquí, la necesidad de idear, como han tratado de hacer muchos autores (cfr Bertalanffy, 1981, p.34) unas matemáticas gestáticas, en las que lo fundamental no fuera la noción de cantidad, sino, más bien, la de relación. Esto es también lo que han tratado de hacer las matemáticas actuales, con la creación de las técnicas estadísticas multivariables más refinadas, como el análisis factorial, el análisis de regresión múltiple, el análisis de varianza, el análisis discriminante, la correlación canónica, el "cluster analysis", etc., lo mismo que con el desarrollo de las ecuaciones diferenciales; pero estas técnicas necesitan (porque así se lo exige la naturaleza misma de la matemática cuantitativa) partir de la medición de elementos aislados, aceptar la aleatoriedad de los mismos, aplicar la propiedad aditiva y aplicar la propiedad conmutativa, características todas reñidas con la ontología sistémica.
Por esta razón, Hegel critica la matemática, como instrumento cognoscitivo universal, por "el carácter inesencial y aconceptual de la relación cuantitativa" (1966, p.30); es decir, porque no nos da ni la esencia ni la naturaleza de las realidades; y, por su parte, Einstein solía repetir que "en la medida en que las leyes de la matemática (matemática actual) se refieren a la realidad, no son ciertas, y en la medida en que son ciertas, no se refieren a la realidad" (Davies, 1973, p.1).
Sin embargo, las técnicas matemáticas, aunque limitadas e imperfectas en su estado actual, buscan un objetivo muy valioso: expresar con un modelo (el modelo matemático) la forma y orden, es decir, la estructura, patrón estructural o configuración de una realidad compleja. En fin de cuentas, el lograr una teoría explicativa es el fin de la ciencia. El mismo Einstein solía decir que "la ciencia consistía en crear teorías". Por otra parte, hay muchas investigaciones que no buscan la elaboración de teorías, sino simplemente la exploración panorámica (survey) u opinión de una comunidad sobre un determinado tópico como, por ejemplo, establecer la jerarquía de valores, el nivel de asociación de dos variables, la intención del voto en un momento determinado, etc.
Por esto, podríamos concluir esta parte estableciendo el siguiente principio: en la medida en que el elemento o fenómeno a estudiar pueda ser descontextualizado de la estructura o sistema personal o social sin que pierda su esencia o desvirtúe su naturaleza, las técnicas matemáticas actuales pueden y deben ser usadas legítima y eficazmente.
El Enfoque Cualitativo
El enfoque cualitativo de investigación es, por su propia naturaleza, dialéctico y sistémico. Estos dos presupuestos, epistemológico y ontológico, conviene hacerlos explícitos, en todo proyecto o desarrollo de investigación, a través de un breve "marco epistemológico", para evitar malentendidos en los evaluadores de los mismos.
Señalaremos a continuación algunas de las ideas centrales que caracterizan a las investigaciones cualitativas.
Ante todo, es necesario enfatizar que el "marco" teórico que se antepone a cualquier investigación cualitativa es, generalmente, sólo "teórico-referencial", es decir, fuente de información y nunca modelo teórico en el cual ubicar nuestra investigación. Servirá para contrastar, después, nuestras conclusiones con las de otros autores y, así, entenderlas mejor, pero nunca para forzar e imponer una interpretación.
La razón de este proceder es que un marco teórico nos impone ya desde el principio todo un mundo teórico, conceptual e interpretativo que pudiera no ser el más adecuado para entender la realidad que estamos estudiando. Y su falta de lógica está en el hecho de que da en gran parte por resuelto lo que todavía no se ha estudiado.
La orientación metodológica cualitativa NO suele partir del planteamiento de un problema específico, sino de un área problemática más amplia en la cual puede haber muchos problemas entrelazados que no se vislumbrarán hasta que no haya sido suficientemente avanzada la investigación. Por esto, en general, el partir de UN problema, cierra el posible horizonte que tienen las realidades complejas.
Tampoco se formula UNA hipótesis a verificar, ya que se está abierto a TODAS las hipótesis plausibles y se espera que la MEJOR emerja del estudio de los datos y se imponga por su fuerza convincente.
Sin embargo, sí se fijan unos objetivos a lograr: algunos son más bien generales y otros específicos, pero todos deben ser relevantes. Estos objetivos determinarán, en parte, las estrategias y procedimientos metodológicos. No obstante, tampoco los objetivos serán intocables. También aquí se sigue el famoso principio de "Los tres príncipes de Serendip": "si estás buscando una cosa buena y encuentras otra mejor, deja la primera por la segunda".
El método cualitativo específico que se vaya a emplear depende de la naturaleza de la estructura a estudiar.
Se aconseja emplear el método hermenéutico-dialéctico cuando la información recogida (los datos) necesiten una continua hermenéutica (interpretación), como sería el caso, por ejemplo, del estudio del crimen organizado, de sujetos paranoicos, etc., donde la información que se nos da puede tratar expresamente de desorientar o engañar.
El método fenomenológico es el más indicado cuando no hay razones para dudar de la bondad de la información y el investigador no ha vivido ni le es nada fácil formarse ideas y conceptos adecuados sobre el fenómeno que estudia, como, por ejemplo, el mundo axiológico de los drogadictos, las vivencias de las personas atracadas que estuvieron a punto de morir, la ruptura de una relación amorosa cuando no se ha vivido, etc.
El método etnográfico es el mejor para entrar a conocer un grupo étnico, racial, de ghetto o institucional (cárcel, hospital, empresa, escuela, etc.) que forman un todo muy sui géneris y donde los conceptos de las realidades que se estudian adquieren significados especiales.
El método de historias de vida se aconseja para los estudios longitudinales de ciertos grupos sociales, donde la visión diacrónica de la realidad constituye una gestalt en el tiempo que no se puede fraccionar sin perder las relaciones esenciales que la configuran como tal.
La Muestra: Cada uno de estos métodos tiene su forma propia de entender la muestra que nos ofrecerá la información necesaria para realizar la investigación. Pero, en general, la opción ontológica asumida por todos ellos (que es estructural-sistémica) nos exige una muestra que no podrá estar constituida por elementos aleatorios descontextualizados (como es, la mayoría de las veces, la información recogida a través de cuestionarios preconcebidos), sino por "un todo" sistémico con vida propia, como es una persona, una institución, una etnia o grupo social, etc. Por ello, se impone la profundidad sobre la extensión, y la muestra se reduce en su amplitud numérica. Sin embargo, conviene escogerla de forma que estén representadas de la mejor manera posible las variables de sexo, edad, nivel socioeconómico, profesión, etc., según el caso.
Las categorías: No hay categorías o dimensiones preconcebidas, previas a la investigación. Si el investigador las tiene en su mente, es porque las ha tomado de otras investigaciones, de otras muestras, realizadas por otros investigadores en otros lugares. Las verdaderas categorías que conceptualizarán nuestra realidad deben emerger del estudio de la información que se recoja, al hacer el proceso de "categorización". No obstante, se podría partir de un grupo de categorías preestablecidas, con tal de que se utilicen con mucha cautela y como algo provisional hasta que no se confirmen, y no se deje uno llevar por la tendencia (cosa muy fácil y natural) de rotular la nueva realidad con viejos nombres.
Las variables: Tampoco hay variables preconcebidas, ya sea que se consideren independientes o dependientes, pues provendrían, igualmente, del estudio de realidades exógenas a la nuestra. Las verdaderas variables de nuestra realidad emergerán también cuando, después de la categorización, iniciemos el proceso de teorización, es decir, cuando se analicen-relacionen-comparen-y-contrasten las categorías.
Los instrumentos: Los instrumentos, al igual que los procedimientos y estrategias a utilizar, los dicta el método escogido, aunque, básicamente, se centran alrededor de la entrevista semi-estructurada y la observación directa, ayudadas por toda la variedad de medios audiovisuales disponibles hoy en día. Sin embargo, la metodología cualitativa entiende el método y todo el arsenal de medios instrumentales como algo flexible, que se utiliza mientras resulta efectivo, pero que se cambia de acuerdo al dictamen, imprevisto, de la marcha de la investigación y de las circunstancias.
La Categorización y la Teorización: Estos dos procesos constituyen la esencia de la labor investigativa. Una buena investigación no puede quedar al nivel empírico, pues no sería investigación propiamente dicha; "la ciencia consiste en crear teorías", solía decir Einstein. El fin de la teorización (y de la categorización que le precede) es lograr estructurar una imagen representativa, un patrón coherente y lógico, un modelo teórico o una auténtica teoría o configuración del fenómeno estudiado. También aquí, hoy día, están disponibles más de una docena de programas de computación que facilitan la parte técnica de ambos procesos.
Los Resultados (Informe Final): Los resultados de una investigación cualitativa se exponen en lo que se llama el "Informe Final". Este informe no se limita a exponer unos resultados aislados de la investigación como tal, sino que también ilustra el proceso por medio del cual se llegó a las estructuras particulares de los casos estudiados y a la estructura general, o estructuras generales, que los integran.
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